La
inacción: un cáncer social
Los venezolanos nos enfrentamos en este
momento a una crisis social y política sumamente delicada. Los problemas
llueven tormentosamente. La economía, la seguridad ciudadana y la educación son
algunos de ellos, quizás los prioritarios. Tanto así, que nosotros mismo nos
envolvemos en una red de tormentos que anulan nuestra capacidad de respuesta
como ciudadanía. Mientras algunos salen, protestan y dan la cara; la mayoría
solo espera, impaciente, porque un ser omnipotente baje en su divinidad y
resuelve los problemas que no son de más nadie sino nuestros. La inacción se ha
vuelto un cáncer social, cercano a hacer metástasis, y que puede acabar con los
sueños de desarrollo de los venezolanos.
Ante
ello, los jóvenes tenemos una responsabilidad crucial: soñar. Soñar y compartir ese sueño, hacer creíble esa Venezuela
distinta, llena de oportunidades y progreso, esa Venezuela en la que cada
individuo, pueda a través de su propio esfuerzo y trabajo, independizarse. La
tarea no es fácil, y menos en un país donde los soñadores suelen ser vistos
como incrédulos surreales y ser acusados de locos consumidores de
antidepresivos. Ante eso, más sueños, más esperanza y más proposición. Los
movimientos políticos en Venezuela deben voltear la tortilla, acabar con ese
sentimiento generalizados de desilusión y ceguera ante el futuro inmediato.
Debemos, juntos, empezar a sentar las bases de una proyecto de país de
consenso, donde todos los venezolanos demócratas nos encontremos y donde cada
movimiento tenga una representación real y valiosa en la toma de decisiones.
Venezuela
se encuentra caminando en el filo de una espada. A un lado la espera una
tiranía desenmascarada, un claro ejemplo de totalitarismo moderno, del otro,
una sociedad de nihilistas, de hombres sin objeto, de odio y resentimiento,
pero sobre todo de amoralidad, de esos que ven las cosas sin juicio de valor
posible, que no creen en el bien y el mal, y que proclamas consignas capaces de
generar otro clima anti-político y pre-totalitario, la génesis de una nueva
sociedad de sometimiento. La única opción es caminar por el medio, seguir el
filo, y llegar al final del camino.
La
movilización y demostración de fuerza por parte de los que creemos en la
democracia se hace definitiva. La profundización de las bases teóricas se hace
indispensable. Y, sobre todo, la acción política, la calle como ejercicio de
democracia se transforma en el arma de quienes creemos en la democracia para
demostrar que somos más, que la bondad y la esperanza en Venezuela están
próximos a respirarse, y que un nuevo proyecto de país se avecina.
Alejandro
Conejero
@ConejeroC
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